Sería genial que lo imposible no rebalse sobre sus voces ni apague su chispa. O mejor todavía, que ningún puñado de alpiste soborne a la imaginación para evitar que abra las alas y vuele hasta el límite. Que haya ebullición en el mínimo capricho.
Y ojalá que en medio de esa voltereta de noticias, se despierte cruzado un extremista contra la lejanía y, como primer paso de su revolución, haga estallar las ruedas de todos los taxis del mundo en una noche como hoy, justo antes de que tengas que irte a dormir a tu casa.

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